"Carta desde Histria. Ruinas que son noticia"

La Agencia Efe difunde el artículo de Mario Benedetti "Carta desde Histria. Ruinas que son noticia", que fue publicado por el periódico uruguayo La Mañana el 3 de julio de 1964.

Este es el quinto artículo del escritor uruguayo que publica Efe, por cesión de la Fundación Benedetti, y al que seguirán otros, el segundo sábado de cada mes, hasta septiembre de 2020, cuando se cumplirá el centenario de su nacimiento.

Esta serie pretende homenajear la faceta periodística del poeta y novelista de Paso de los Toros (1920-2009), una de las menos conocidas de su trayectoria creadora.

"Carta desde Histria. Ruinas que son noticia"

Mario Benedetti

Nunca pensé encontrarme frente a unas ruinas que, además de su valor arqueológico, tuvieran un atractivo periodístico. Ya se trate de las Pirámides o del Erecteón, de Herculano o de Yucatán, los periodistas siempre llegamos tarde, y nos encontramos con ruinas escépticas, fatigadas de aguantar sucesivas generaciones de turistas y de posar frente al ojo indiscreto de Leicas y de Kodaks. En Pompeya, por ejemplo, es tan nutrido el tránsito de turistas, que uno echa de menos los semáforos. Son ruinas que hace tiempo perdieron su virginidad, su porción de sorpresa. Hasta las lagartijas, únicos habitantes estables de la Pompeya de hoy, parecen juzgar la ola de turistas con una mirada excesivamente crítica y prejuiciosa.

En este viaje a Rumania, sin embargo, he encontrado unas ruinas que son noticia, ya que ni siquiera han terminado de aparecer. En las costas del lago Sinoe, a unos cincuenta kilómetros al norte de Constanza, la antigua ciudad griega de Histria es algo así como una ruina recién nacida, ya que los equipos de excavación están en plena labor y hasta ahora solo han recuperado una décima parte de lo que se estima ha de ser la ciudad total.

Al parecer, Histria fue fundada a mediados del siglo VII antes de Cristo por colonizadores procedentes de Mileto, y gozó de largos periodos de prosperidad, tanto bajo los griegos como bajo los romanos. Vasile Pirvan se llamó el arqueólogo que hacia 1914 inició las primeras búsquedas, sin conocer todavía la exacta posición de la ciudad enterrada. La muralla principal fue descubierta en el comienzo de los trabajos que prosiguieron hasta 1927, siempre bajo la dirección de Pirvan. Con posterioridad a esa fecha, decayó notoriamente el interés científico de tales excavaciones. Solo en 1948, la Academia Rumana asignó gran importancia a las investigaciones arqueológicas, y como consecuencia de ese nuevo interés, Histria volvió a adquirir notoriedad. En el periodo que abarca de 1949 a 1958, las investigaciones tuvieron un notable adelanto y el grupo de arqueólogos asignado a Histria publicó una importante monografía. En 1962, el académico E. Condurachi editó asimismo un excelente folleto sobre Histria, del cual extraigo varios de los datos aquí mencionados.

La visita a estas ruinas casi intocadas tiene un particular atractivo. Podría decirse que son ruinas con suspenso, y el visitante tiene todo el derecho de hacer sus conjeturas acerca de las probables construcciones que aparecen más allá de la Basílica Romana o más acá del Templo de Afrodita. Hay piedras funerarias y algún bajo relieve de una rara belleza, hay termas muy semejantes a las de Roma, hay una formidable puerta de entrada.

La tarde en que visitamos Histria, el cielo estaba gris, casi tan gris como las piedras que solo ahora empiezan a adaptarse a su nueva condición de ruinas. En el fondo, las quietas aguas del Sinoe, un lago que hace siglos era mar. En esas aguas tranquilas, una sola perturbación: el barbado poeta francés Guillevic, bañándose como un Neptuno miope, bienhumorado, gesticulante.

De pronto, nos sale prácticamente al encuentro una gran piedra de bordes casi mordidos, llena de caracteres griegos. Fue el gran momento para la poetisa griega Rita Boumi Papa. Con los ojos tremendamente abiertos y los índices un poco temblorosos, fue leyendo con una voz casi atragantada, aquel reseco texto de una estela funeraria. Pero el texto, esa congelada constancia de una muerte cualquiera, ese trámite burocrático de hace nueve siglos, importaba poco; lo que importaba era la emoción de aquella griega, vital y sesentona (sic), al reconocer su propio lenguaje en una piedra sin edad, recién recuperada del pasado.

Cuando nos fuimos, en diecisiete automóviles muy siglo XX, Histria quedó otra vez sola, con sus rotas columnas apuntando al oscuro cielo que también la está recuperando. Y uno se lleva la impresión de que, con investigadores o sin ellos, cada vez que Histria se quede sin turistas, se pone frenéticamente a renacer, a desenterrarse, a existir. Seguramente, quienes la vean dentro de cincuenta años, hallarán más termas, más muros, más torres, más columnas, más altares. También, desgraciadamente, más turistas.

Pero entonces esas ruinas ya no serán noticia y algún periodista se lamentará de haber llegado tarde.