Infantes libios “aprenden” a creer en el “tío Gadafi” y su régimen

En Trípoli, los profesores encuadran estrictamente a los escolares y les enseñan, además de los cursos, “la buena palabra del régimen”, con el Libro Verde (la “biblia” del coronel Muamar Gadafi) como defensa contra los enemigos de Libia.

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Muamar Gadafi.

Al primer silbido, los niños descienden de sus aulas en la escuela Zahrat el-Fatah y en medio del patio la directora Souad Sultán los espera para hacer una guardia de honor y entonar en conjunto “Alá, Muamar y Libia, es todo”, con el puño levantado hacia el cielo.

En su uniforme azul oscuro, los escolares -de entre ocho y 14 años- sobreexitados repiten a coro la oda consagrada al “tío Gadafi”, cuyo retrato esgrimen con firmeza, indicó el diario francés Le Figaro en un reportaje publicado este miércoles.

Como niños podrían jugar y saltar durante todo el recreo, pero dedican tiempo a alabar y besar la imagen del coronel libio en esta escuela pública -como en muchas otras más de la capital- que recién abrió sus puertas tras tres semanas de interrupción por los combates.

En el interior de la escuela, no se observa ninguna señal de rebelión contra Gadafi, quien ejerce el poder desde hace más de cuatro décadas y ahora enfrenta una revuelta popular que exige su salida, pues incluso los profesores esgrimen el “pequeño Libro Verde”.

“La biblia de Gadafi” es como una defensa contra los “enemigos de Libia”, como la red Al-Qaeda, la televisión Al-Yazira, Estados Unidos, la Liga Árabe, o Francia -el primer país en haber reconocido al opositor Consejo Nacional de Transición-.

La lista es larga, pero “con la gracia de Alá, Libia sacará la cabeza en alto, como después de la colonización italiana”, explica Najia Arabi, una profesora de la escuela, quien enseña los preceptos del “Libro Verde” a los alumnos a razón de una hora a la semana.

“Les recuerdo que Gadafi no es más que el humilde guía de la revolución libia, y que es el pueblo el que controla, por medio de los Comités populares. Un verdadero modelo de democracia que debería inspirar a otros países”, sostiene Arabi.

La profesora no hace referencia a la falta de elecciones y a la represión del régimen contra los detractores, pero subraya con orgullo los privilegios que recibe a cambio de su lealtad a Gadafi: “tengo buen alojamiento, un coche, un buen salario, ¿qué más puedo pedir?”.

Termina el recreo, los alumnos vuelven a sus aulas y se muestran contentos de haber reanudado sus clases, porque durante varios días se vieron obligados a quedarse en casa, “con miedo, mucho miedo”, admiten.

Aunque las escuelas hayan cerrado por algunos días, en Trípoli todo va bien: “se quiere a Gadafi, se necesita a Gadafi”, dice otro profesor en medio de los aplausos de los niños. Sin embargo, cuando éste sale un adolescente afirma “la verdad en Libia hay muchos problemas”.

Tras mencionar la corrupción, la censura, la nula distribución de la riqueza, el estudiante se disculpa por haber mentido antes y asegura que la gente está asustada por la situación.

Cuando regresa el profesor, este muchacho resume: “Libia es un país unido. Aquí, somos todos hermanos. ¡Nadie quiere guerra!”.