Baselitz expone en Londres sus águilas, perros y otras figuras invertidas

El pintor alemán Georg Baselitz expone sus águilas, sus perros y otras figuras invertidas en una exposición que se inaugura en la conocida galería de vanguardia White Cube, de Londres.

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Obra "Gute Hoffnung" (2010), óleo sobre tela del pintor alemán Georg Baselitz.

Nacido en 1938 en Deutschbaselitz, entonces en la Alemania del Este, Baselitz, cuyo nombre real es Hans-Georg Bruno Kern, comenzó sus estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes y Artes Aplicadas de Berlín Este, de la que fue pronto expulsado por "inmadurez política".

Continuó en la Academia de Bellas Artes de Berlín Occidental, donde adoptaría en 1961 su nombre artístico de Georg Baselitz, adoptado de su lugar de nacimiento, y comenzó a exhibir con otro artista de la Alemania oriental, Eugen Schönebeck, con quien publicaría en 1961 un manifiesto titulado "Pandämonium".

Baselitz no sólo rechazó el realismo socialista de la Alemania Comunista, sino también la abstracción internacional que habían adoptado muchos artistas de la República Federal de Alemania, que tomaban como modelo el arte - tachismo o informalismo- que se hacía en aquellos años en Nueva York o París.

El artista reivindicó una identidad alemana que había quedado brutalmente interrumpida por el nacionalsocialismo y trató de enlazar con la tradición del grupo "Die Brücke", y otros expresionistas como el austríaco Oskar Kokoschka, Ludwig Meidner o incluso pintores de una generación anterior como Lovis Corinth.

Frente al frío internacionalismo de los abstractos, Baselitz ha defendido siempre la vigencia de un espíritu nacional y aun local como base de la práctica artística para la reconstrucción cultural de una Alemania derrotada y con tremendas dificultades, tras ese trauma, para recuperar su propia identidad.

Baselitz reivindicó la representación figurativa y en concreto el cuerpo humano en series famosas como la de héroes aunque este último sometido, como no era posible de otra forma para un artista alemán después del Holocausto, a desfiguraciones, laceraciones, distorsiones o hipertrofias.

En esas obras y los manifiestos acompañantes se deja sentir claramente la influencia de otros artistas como Wols, Jean Fautrier, Henri Michaux, así como del teatro de la crueldad de Antonin Artaud.

A partir de los años sesenta, Baselitz comenzó a pintar sus figuras humanas, animales o paisajes invertidos, cabeza abajo, para dificultar el reconocimiento del motivo y llamar más la atención sobre los aspectos puramente formales del cuadro.

En la exposición en la galería White Cube, que estará abierta al público hasta el 9 de julio, Baselitz utiliza tres temas principales - águilas, perros y dobles retratos (autorretrato con su mujer)-, imágenes que aparecieron por primera vez en el periódico alemán "Die Welt" el año pasado con motivo del 20 aniversario de la reunificación del país.

En sus dobles retratos, agrupados bajo el título de "Seid Bereit, Immer Bereit" (Estad Preparados, Siempre Preparados"), Baselitz toma como punto de partida ese eslogan de los Jóvenes Pioneros de la Alemania Comunista, de los que fueron miembros tanto él como su mujer.

En esos cuadros de tamaño monumental, las dos figuras, cabeza abajo, dibujadas sobre un fondo amarillo limón, una de ellas subida a una mesa, en alusión a un cuadro del expresionista Otto Dix, saludan a la manera de los Jóvenes Pioneros.

Los otros motivos son los perros, animal que aparece en la serie de Héroes (desfigurados y andrajosos) de comienzos de los sesenta, pero cuyas patas, en los cuadros que ahora presenta en Londres, descansan sobre unos picos alpinos, todo ello - perros y montañas- también invertido.

Por fin está el águila, un animal de fuerte carga simbólica y que ha sido fuente de inspiración de Baselitz a lo largo de toda su carrera y que presenta suspendido en el aire, asimismo cabeza abajo, sobre un espacio blanco, rodeado de azul.

El águila es símbolo del fascismo, figura en el escudo de la República Federal de Alemania y fue mucho antes también un símbolo importante tanto en el imperio romano como en el bizantino, pese a todo lo cual el propio pintor ha negado siempre que lo haya utilizado por motivos ideológicos o políticos.

En esos cuadros monumentales (270 por 207 centímetros), el águila se nos presenta bien desafiante o grandiosa, bien como un patético amasijo de plumas que trata desesperadamente de evitar su caída.

La forma del animal está definida por el espacio blanco que ocupa y que el artista ha dejado sin pintar mientras unos chorretones de pintura negra atraviesan de arriba abajo el cuadro como si fuera una irregular rejilla.

Por Joaquín Rábago.