EU considera exagerada la indignación europea por espionaje de NSA

Hace cino años, sobre el escenario junto a la Columna de la Victoria en Berlín, Barack Obama elogió vivamente la relación germano-estadounidense. "Pueblos del mundo, miren hacia Berlín. Miren hacia Berlín, donde alemanes y estadounidenses aprendieron a trabajar juntos y a confiar los unos en los otros", dijo el entonces senador estadounidense y candidato a la presidencia La multitud se mostró encantada. Tras los difíciles años con George W. Bush, Obama parecía un hombre en el que se podía volver a confiar.

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El presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Cinco años después, los pueblos del mundo vuelven a mirar hacia Berlín y ven a la indignada canciller alemana, Angela Merkel, cuyas conversaciones por teléfono celular parecen haber servido desde hace una década a los estadounidenses como fuente de información. Leen informes sobre instalaciones de espionaje de última generación sobre el techo de la embajada estadounidense, en el corazón de la capital alemana. Y escuchan frases confusas y lugares comunes retóricos desde Washington sobre este enorme canal internacional del servicio secreto.

"El mundo actual está muy conectado técnicamente y el flujo de grandes cantidades de datos es único", afirmó recientemente la portavoz del Consejo Nacional de Seguridad, Caitlin Hayden, en una reacción a las informaciones, según las cuales Obama no sabía nada de las escuchas a 35 líderes políticos internacionales. La frase decisiva de su correo electrónico a los medios, sin embargo, fue: "No daré detalles sobre nuestras discusiones internas". Es decir, la Casa Blanca se pone el bozal a sí misma.

Por lo tanto, aún no se sabe todo lo que hace el gobierno de Obama para recuperar la confianza de sus aliados. "Ya estamos hablando a través de canales diplomáticos y de los servicios secretos con alemanes, franceses y países de todo el mundo como Brasil y México", dijo el viceasesor de Seguridad de Obama, Ben Rhodes, a la cadena NBC. Pero nadie debería esperar una confesión pública o un pedido de disculpa formal de parte del presidente. A nivel de política interna Obama no se siente presionado por este asunto. De hecho, hay muchos que apoyan la táctica de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).

Incluso la oposición lo protege: "El presidente debería dejar de disculparse y ponerse a la defensiva", opinó el legislador republicano Peter King, uno de los mayores expertos en seguridad. "La verdad es que la NSA salva miles de vidas, no sólo en Estados Unidos, sino también en Francia, Alemania y toda Europa". El jefe de la comisión de servicios secretos en la Cámara de Representantes, Mike Rogers, se expresó de manera similar: "Creo que sería más noticia si los servicios secretos estadounidenses no intentaran recaudar informaciones para proteger los intereses de Estados Unidos en casa y en el exterior".

En Estados Unidos más bien se critica la indignación de los europeos. "Tengo un consejo para los aliados estadounidenses que están indignados por el supuesto espionaje de la NSA a sus líderes políticos: Maduren", escribió el experto en política exterior Max Boot. El colaborador del prestigioso Council on Foreign Relations destacó lo normal que es el espionaje de Estados Unidos. "Para proteger sus intereses, todos los estados necesitan tanta información como sea posible sobre las acciones y las intenciones de otros Estados. También o sobre todo de aquellos con los que actualmente están aliados".

Sin embargo, queda la pregunta de si Obama realmente juega con las cartas sobre la mesa tras las revelaciones. ¿Es realmente posible que no haya sabido nada de las presuntas escuchas a Merkel, como asegura el gobierno de Estados Unidos? En 2011 la invitó a Washington y le entregó la medalla de la libertad, la mayor distinción civil de Estados Unidos. Luego visitó a la canciller en junio en Berlín para exhibir la estrecha amistad entre ambos. En los preparativos de los encuentros, ¿realmente nadie le dijo que el celular de su "amiga" estaba en la lista de la NSA?

Sea cual fuera la respuesta, el daño en materia de política exterior ya está hecho para Estados Unidos, según los expertos. "Obama, que llegó al puesto como salvador de la reputación de Estados Unidos, la dañó tanto como lo hizo George W. Bush", comentó Jacob Heilbrunn de la revista "The National Interest". Eso, agregó, se puede apreciar en la dura reacción de Berlín: "Los alemanes se resisten cada vez más a ser tratados por Washington como vasallos".