Los métodos de tortura de EU vuelven a abrir viejas heridas

"Waterboarding" es el nombre de uno de los métodos de tortura aplicados por los servicios secretos de la CIA estadounidense. Consiste en tirar agua en chorro al rostro de alguien que está maniatado y tiene la boca y la nariz tapados por una tela. La persona no puede respirar, siente que se ahoga. "Interrogatorios reforzados". Así se los llamaba cínicamente en los pasillos del gobierno de George W. Bush.

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Se trata de uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente de la CIA, y los archivos que serán desclasificados por decisión del Senado de este jueves seguramente abrirán un fuerte debate a nivel nacional.

Según se sabe ahora, el presunto cerebro de los atentados del 11 de septiembre de 2001, Jalid Sheij Mohamed, quien se encuentra encarcelado en Guantánamo y es juzgado por un tribunal militar, fue sometido más de 180 veces a la tortura del "waterboarding". No está claro si eso llevó a que el prisionero diera información de relevancia, pero sí se sabe a ciencia cierta que la tarea del tribunal no será sencilla al saberse que sus confesiones fueron hechas bajo tortura.

La decisión de esta semana es el resultado de años de insistencia desde las filas demócratas. El presidente Barack Obama fue quien puso fin a estos terribles métodos de interrogatorio en 2009.

El informe sobre el controvertido programa de detención y de interrogatorios de la CIA durante el gobierno de George W. Bush, elaborado por el Comité de Servicios de Inteligencia del Senado, tiene más de 6.000 páginas. Lo que se dará a conocer una vez que la decisión sea aprobada por Obama -algo que se da por descontado-, es un fragmento de al menos unas 500 páginas.

La senadora Dianne Feinstein se refirió al resultado de las investigaciones como una "brutalidad que está en flagrante contradicción con nuestros valores como nación".

Los interrogatorios tuvieron lugar, en su gran mayoría, en prisiones de la CIA. "Black sites", sitios negros, ése era el nombre que les daban los entendidos.

Las víctimas en parte eran secuestradas por agentes, trasladadas a otro país y retenidas durante meses. Las alarmas sobre estos métodos saltaron en 2009, cuando el Comité del Senado acababa de iniciar sus investigaciones. Por entonces el alerta vino del Comité Internacional de la Cruz Roja, que reportó que los sospechosos de terrorismo eran arrojados contra paredes, obligados a pasar días enteros de pie con las manos esposadas al techo, forzados a meterse en estrechas celdas heladas. "El gulag americano", lo llamaron las voces críticas.

La inminente publicación de la documentación podría poner a Estados Unidos en una situación complicada. Si bien los servicios secretos aseguraron que no obstaculizarían la publicación, para el jefe de la CIA, John Brennan, el dilema no será menor, tal como comenta el "Washington Post". Brennan deberá "decidir hasta qué punto defiende el servicio sin dañar aún más la relación con el Congreso", dice el rotativo.

La Casa Blanca ya ha dejado en claro que Obama quiere sacar a la luz cuanto antes este oscuro capítulo. Pero para el presidente mantener buenas relaciones con la CIA no es un asunto menor. Si bien fue él quien prohibió este tipo de métodos de tortura, a la hora de decidir cómo tratar a quienes lo aplicaron, el tono fue menos firme.

Sus filas demócratas no recibieron con agrado la decisión de que los agentes de la CIA que hubiesen torturado a personas retenidas no fuesen condenados.

Obama, al visitar en 2009 la central de la CIA en Langley, se mostró comprensivo con los agentes. "Vivimos en tiempos peligrosos", dijo el presidente por entonces. "Ahora los necesito más que nunca". Los colaboradores de la inteligencia celebraron con orgullo sus palabras. (DPA)