Confinado en su casa de Mallorca, sumido por la desesperación colectiva de las primeras semanas de pandemia, el artista mallorquín Bernardí Roig comenzó a dibujar a carboncillo sus evocaciones sobre la cabeza perdida de Francisco de Goya. Unos dibujos que acabaron formando una serie de 55 láminas que hoy se exhiben en Estados Unidos.